Caminando sin Rumbo por Anápolis, Brasil. Bandera de Brasil.


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Iglesia de Santa Ana en Anápolis, Brasil.

Anápolis es una pequeña ciudad en el estado de Goiás, Brasil. No es un destino turístico, por lo que usualmente no aparece en las guías destinadas con este fin. Sin embargo, es una de esas ciudades que ofrecen todas las comodidades actuales al visitante en un ambiente familiar y acogedor. Su población, según nos informaron de unas trescientas mil personas, y sus edificaciones la hacen lo suficiente grande para clasificarla como ciudad; mas el espíritu amistoso y fraternal de sus ciudadanos pronto borran la frialdad de la imagen cosmopolita y los rostros desconocidos. En Anápolis todo el mundo es pariente, o al menos conocido, de alguien. Y por su puesto, después de una semana en Anápolis ya uno también es conocido y aunque no sea permanente, llega a ser integrante de esta pequeña, pero fascinante, ciudad.


Edificio municipal en Anápolis.

En la ruta BR-060 Anápolis se encuentra entre Goiânia, capital del estado de Goiás, y Brasilia, capital federal de Brasil. Por esta carretera, que la viajamos y se encuentra en perfectas condiciones, Anápolis dista 57 kilómetros al noreste de Goiânia y 152 kilómetros al suroeste de Brasilia, siendo la ciudad más cercana a las dos capitales y la segunda más poblada del estado, ya que técnicamente Brasilia está asentada en el Distrito Federal y no Goiás.


Interior de un edificio público en Anápolis.

Desde Anápolis hacia el norte corre otra carretera, la BR-153, por la cual se puede ir a un sinfín de pequeños pueblecitos, cada uno de ellos con atractivo propio. En esa zona vimos mucha vegetación que aun aparenta ser virgen y una gran cantidad de ríos y arroyos, algunos de ellos con saltos de considerable altura y caudal.


Un restaurante en Anápolis.

Nos dijeron que al asiento de Anápolis originalmente se le llamó Santa Ana, ya que fue alrededor de la iglesia dedicada a la madre de la Virgen donde nació el poblado. Hecho que ocurrió hace unos cien años, y después con el transcurso del tiempo se adopto cambiarle el nombre por el que hoy tiene. Sin embargo, el fervor de la fe permanece y el 26 de julio, día de Santa Ana, las fiestas y celebraciones son acudidas por toda la población. Lo cual ha de ser algo digno de ver y participar porque en Anápolis la vida sana y alegre es cosa del diario y al menos todos con quienes tuvimos la oportunidad de compartir siempre están dispuestos para una celebración, sea una churrascada para despedir un forastero o una procesión por toda la ciudad.


Un avión en Anápolis.

Interesante y de gran beneficio para el visitante es que aunque Anápolis no se considera turística, sí tiene un buen número de industrias y es centro agrícola y ganadero. Razón por la cual hay numerosos pequeños hoteles en esta ciudad. No se pueden considerar de lujo pero sí muy cómodos y prácticos a un precio muy razonable. Con respecto a la gastronomía, tampoco es tema del cual preocuparse ya que hay todo tipo de restaurantes con excelente variedad de platos a precios sumamente reducidos. Un destino ideal para los que no tenemos bolsillos tan afluentes.


La catedral en Anápolis.

Nos intriga como es posible que habiendo visitado tantas ciudades grandes, al menos en este hemisferio, está tan pequeña nos haya impactado tanto. Tal vez sea la amabilidad de las amistades que fuimos a conocer, tal vez sea la alegría que esas personas, y las demás que en esta visita conocimos, nos contagiaron. Realmente no sabemos que fue lo que encontramos en Anápolis, pero definitivamente tenemos que regresar, al menos a cerciorarnos que no fue pura casualidad.


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Última Revisión: 1 de Marzo del 2005 Todos los Derechos Reservados

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