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Es muy difícil describir una ciudad. De inmediato se ven los edificios, las calles, los comercios, pero el alma de toda metrópoli es sus habitantes. Una ciudad se puede recorrer en un día y sí, se puede decir que se estuvo allí; pero de nada vale. Para conocerla hay que disfrutarla, y ya eso se toma no menos de una vida. Sin embargo, en el caso de La Paz tenemos la osadía dado que durante nuestra visita hubo una sensación que no cedió, ni siquiera flaqueó. Si nos obligaran a describirla, no diríamos que es la capital más alta del mundo, o que es una urbe de un millón de almas que crece vertical en las laderas del cañón de un río o que parte de su población aun mantiene costumbres tal vez más antiguas que las de los propios Incas. Simplemente nos limitamos a describirla como la ciudad más romántica que conocemos. |
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La Paz es una ciudad muy interesante. En realidad no es la capital oficial de Bolivia, tal título le pertenece a Sucre. Pero es en La Paz donde reside el presidente y el poder legislativo. Nos dijeron que la ciudad se encontraba en un valle, mas la impresión que nos llevamos fue que se desplaza sobre las faldas de montañas que bordean un estrecho río. Hoy en día el río está cubierto en gran porción. Sobre su cauce encontramos la calle principal, la cual le llaman por varios nombres, incluyendo El Prado en una sección. El resto de la ciudad es cerro, subidas y bajadas que requieren del caminante piernas de hierro y pulmones de acero. |
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Hay mucho por ver en esta ciudad. Hay un Museo del Oro y varios de arqueología. Hay rascacielos modernos, bueno La Paz está en el cielo, y parroquias coloniales. Un mercado de artículos de hechicería y otro de artesanías. Pero lo que más nos llamó la atención fue la belleza de la mujer paceña.
Las paceñas caminan con tal porte y suavidad que parecen ir flotando sobre una nube. Muchas de ellas descansan el largo y abundante pelo suelto sobre el vistoso abrigo. Algunas fijan sus penetrantes miradas dentro de los ojos que las admiran, muy serenas y dulces como cuando una madre escucha a su niño. Causan un embeleso tal que se podría calificar de hipnosis, nosotros preferimos llamarle éxtasis. Disculpas pedimos a nuestras lectoras por no describir a los paceños, tal vez cuando regresemos logremos fijarnos un poquito más en la otra mitad de la población. Aunque vagamente recordamos haber visto muchos hombres bien parecidos en trajes muy elegantes. |
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Un dato muy peculiar. Los dos domingos que estuvimos en La Paz, al mediodía bandas militares tocaron en la Plaza Murillo, frente a la catedral. No sabemos si es así siempre porque como nos despertaron, no queríamos saber de ellos. Sin embargo todos los domingos El Prado lo cierran al tráfico automovilístico y aquello es una gran fiesta todo el día. Allí sí pudimos disfrutar de la música. Tenemos entendido que son muchos los actos culturales que ocurren en la ciudad, muchos de ellos gratis al público en general. |
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Todas las tardes de la semana se nota mucha actividad en las calles y paseos. Los viernes nadie se queda en casa y por algunas aceras apenas se puede caminar. En los bancos de los parques las parejas sueñan hasta las horas de la madrugada. En los miradores se ven los jóvenes tomados de las manos disfrutando del fresco con tal tranquilidad que parecen no importarles si el mundo existe o no. Y en El Prado las muchachas y muchachos caminan en grupos y parejas, o bien conversando o bien sonriendo. |
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Presenciamos dos casos en los que aparentaba haber surgido una discordia. Uno sucedió en un mini bus, en su mayor parte la población se traslada en mini buses. La muchacha miraba hacia afuera mientras que el muchacho le rogaba y acariciaba la mejilla con suaves palmaditas. Ella, dándose su lugar, lo ignoraba con seriedad. Cuando por sorpresa nos vio observándoles en desánimo. No sabemos si se cansó de ser firme o se compadeció de él, y de nosotros. Sus ojos le dieron una vuelta al mundo, soltó una alegre carcajada, volteó la cara, y le besó. Nosotros seguimos nuestro camino. En el otro caso tal parece que el muchacho le había gritado a la muchacha. Lo cierto es que muchas personas los estaban mirando. Tanto así que el público insistió en que un renuente policía tomara parte en el asunto. Cuando el oficial se les acercó, ellos se abrazaron y la intranquilidad se terminó. |
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Para muchos de ustedes estos incidentes tal vez no tengan ninguna importancia. Nosotros conocemos lugares donde son sumamente raros. Para aquellos que saben de lo que hablamos, considérenos testigos de que en La Paz, Bolivia, aun existen valores humanos. |
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