Finales del 2005, en diciembre antes del comienzo de las fiestas de Navidades, logramos visitar este pintoresco pueblo de la costa de Brasil. Desde Río de Janeiro hicimos el viaje a Guaratiba por una carretera que va hacia el sur bordeando la costa entre montañas y playas. La carretera de por sí es un paseo muy agradable con algunas vistas espectaculares que dan deseos de parar y quedarse en uno de esos lugares por un buen rato. Las playas que se pasan en ese viaje, algunas pequeñas y otras grandes, son también muy atractivas. En una de ellas, que es tan pequeña que le llaman Prainha (Playita), vimos muchas personas haciendo surfing.

El primer día que fuimos a Guaratiba estaba lloviendo y la playa estaba desierta, aunque no sabemos si era por la lluvia o porque era un día entre semana, posiblemente la combinación de las dos. Estábamos tan impresionado con la belleza del viaje y lo pintoresco de este pueblo, que realmente no le prestamos mucha atención al efecto de la lluvia o la tranquilidad de la playa. Eventualmente nuestro guía logró meternos en uno de los restaurante, el que enseñamos la foto aquí, para guarecernos de la llovizna y de paso echarle algo al estómago. Seguimos siendo impresionados con la calidad del almuerzo, porque hay veces que los pueblos pesqueros modernos son los peores lugares para comer pescado o marisco, pero en Guaratiba, o al menos en este restaurante, guardan la tradición. Hacia mucho tiempo que no almorzábamos un pescado tan fresco en un lugar tan pintoresco.

La pasamos de maravilla aquel día, pero no pudimos tomar fotos con la calidad que se requiere para presentarlas. Nos sentimos bien mal porque no íbamos a poder dedicarle una página a esta aventura tan excitante por falta de ilustraciones. Por suerte hubo ciertos cambios en el itinerario y pudimos repetir la visita a Guaratiba la próxima semana. Fue en ese segundo viaje cuando tomamos estas fotos y disfrutamos mucho más del viaje y el pueblo. No estaba lloviendo y ya había comenzado las vacaciones de Navidades para algunas personas, lo cual se reflejó en la actividad en la playa, aunque tenemos entendido que aun estaba vacía comparada con otros días. Para nosotros estaba perfecta.

Una cosa que nos llamó la atención en el segundo viaje fueron unos turistas, aparentemente, arrastrando maletas por el medio de la calle tal y como sólo se ve en los aeropuertos. Nos dijo el guía que a Guaratiba vienen muchos turistas y algunos prefieren hospedarse allí mismo, y que posiblemente estos se estaban cambiando de hotel. Si fuera el caso tendría mucho sentido porque el pueblo no es tan grande como para pedir un taxi en tal circunstancia. Sinceramente no estábamos prestando atención a los letreros y no recordamos si había muchos hoteles, aunque sí podemos asegurar que hay muchos restaurantes.

Estábamos tan complacidos que optamos por no hacer nada y disfrutar el momento, unas vacaciones de las vacaciones. Claro, el deseo de explorar las calles que suben la montaña que limita a Guaratiba a un lado, y el mar al otro, se nos quedó por hacer. También vimos unas lanchas pesqueras muy coloridas que nos hubiese gustado acercárnosle un poco más, ¿tal vez montarnos en una de ellas a ver si tenemos aptitudes de marineros o pescadores? Definitivamente si algún día volvemos a visitar a Río de Janeiro vamos a hacer todo lo posible por llegarnos por lo menos hasta Guaratiba.